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Las fantasias de 'El Criada Sumisa' en tu idioma

jueves, 25 de noviembre de 2010

Artículos sobre mis fantasías - Noviembre 2010

Con permiso de L.

Todos los años, cuando se acercan estas fechas quedo con un antiguo amante y nos vamos a pasar un día a una casa rural. Es una tradición sin más; nuestra particular forma de despedir el año que sólo se interrumpe cuando uno de los dos tiene pareja.

Después de pasar un par de años sin vernos, en esta ocasión la hemos recuperado y me acaba de poner un email citándome para nuestra particular "noche buena" que celebramos con un mes de antelación. La cita es el viernes y el correo reza así:

-"Tú ocúpate sólo de llegar bien, que los complementos (fusta, esposas, la venda...) ya los pongo yo".

Glups... Me da a mí que éste ha estado experimentando otras cosas desde que no nos vemos. Dudando estoy si responder con una excusa aunque, por otro lado, me tienta la curiosidad.

Todo sea que me pase como le sucedió una vez a mi hermano Ulises hace ya algunos años, cuando se echó una novia aprendiz de dominatrix: Norma, se hacía llamar la joven, que vestía en invierno unos abrigos largos de cuero negro y unas plataformas con tacón de aguja que daban vértigo (y un poco de miedo) sólo mirarla.

El caso es que Ulises, que flipa con la vida campestre y le pegaba tanto esta chica como a un santo dos pistolas, la invitó a pasar un fin de semana en una casa rural en León que regentaba un anciana viuda. Después de destrozarse los pies durante un paseo con las botas militares que vestía (lo más parecido al calzado de montaña que tenía la pobre), para compensar, el bueno de Ulises le prometió que esa noche estaría al "entero servicio de sus necesidades eróticas". Y Norma le tomó la palabra. Llegaron a la habitación, él se quitó los calzoncillos de algodón y ella se puso las bragas de cuero negro y sacó las esposas.

Ilustración: Luci Gutiérrez

Atadito de pies y manos la cama, completamente desnudo, con un collar de pinchos alrededor del cuello, una venda en los ojos y una mordaza en la boca, mi pobre hermano estaba más que excitado, enloquecido, muy a su pesar, porque Ulises se define pacifista y ecologista y la estrategia de Norma, más que paz, venía pidiendo guerra nuclear.

Pero como Ulises es un bendito, se dejó hacer. Chupó, comió, bebió, mordió y lamió todo lo que le pusieron delante de la boca. Aguantó estoicamente los latigazos con la fusta, las gotas de cera caliente, los pellizcos en los pezones y los mordisquitos en aquellas partes nobles que, lejos de achantarse, estaban bien hinchadas y erectas.

Cuando ya no podía aguantar más, a Norma se le ocurrió otra deliciosa tortura: dejarle esperando y marcharse en busca de un bote de nata montada que se había olvidado en el coche, para comerse como Dios manda una Banana Split. Al parecer, cuando salió se dejó la puerta entreabierta y, a los pocos minutos, Ulises notó que alguien llamaba con los nudillos.

-"¿Se puede?", preguntó la dueña del hospedaje, pero al no obtener respuesta (Ulises tenía la mordaza en la boca y se había quedado helado al escuchar los golpes), la mujer arrastró sus cansados pies dentro de la habitación y se encontró con mi hermano desnudo, maniatado, con los ojos vendados, la boca tapada, el cuerpo manchado de cera roja y una erección de potro salvaje que empezaba a ceder por lo incómodo de la escena.

-"En ese momento pensé que, si no me movía demasiado, igual se pensaba que era un muñeco, Pandora", me contó tiempo después el pobre.

Pero no. La señora gritó, a su rescate acudió otra pareja que se alojaba en la casa y estaban todos discutiendo si desatar a Ulises o llamar antes a la policía cuando volvió Norma que calmó la tensión, echó a los vecinos curiosos y le explicó cariñosamente a la anciana que se trataba de un juego, que mi hermano estaba allí voluntariamente (el muy tonto asentía frenéticamente) y que sus sábanas saldrían indemnes de su ejercicio de dominación.

-"¿Seguro? No sé yo...", dudó la dueña, pero tenía ya una media sonrisa cómplice en los labios que Ulises no podía ver bajo la venda y por eso dijo masticando el trapo:

-"¡Fi le fabece fe queda ufté a mibab!..." (si le parece se queda usted a mirar).

Al día siguiente, en el desayuno, la anciana les observaba entre curiosa, escandalizada y divertida mientras mi hermano se peleaba con la fruta sin poder alzar los ojos del plato por la vergüenza.

Cuando Norma se levantó a por las tostadas, la buena mujer no pudo reprimirse más y se acercó a Ulises para decirle:

-"Cómaselo todo, que si no tendré que darle unos azotes".


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